miércoles, 20 de noviembre de 2013
Lo tenemos secuestrado
Eso escucha alguien de mi familia en la oscuridad de la
noche y me llama desesperado. Falsa alarma, gracias a Dios. Es sólo un intento
de secuestro virtual de los que abundan por aquí, en realidad todos estamos a
salvo en nuestras casas. Pero me deja insomne, cómo dormirse después de una
cosa así. Juego extraño de la mente, veo una casa blanca de baldosas negras.
Hay un limonero y en el fondo de la casa trabaja un carpintero. Yo tengo seis
años, estoy en Haedo, y la casa blanca es de Sara, nuestra vecina. Entro sin
llamar, voy directo a la cocina, al segundo cajón. Allí Sara guarda el pan y me
deja tomar uno, ese pan que mamá me niega porque ya se acerca la hora de almorzar
y si me lleno de pan no como. Pero a Sara eso no le importa, me permite tomar
uno, se ríe ella y me río yo. Una llamada angustiosa despierta un recuerdo que
dormía en mí desde 1.970. La gente es extraña. La mente también.
sábado, 16 de noviembre de 2013
viernes, 1 de noviembre de 2013
Esperando la tormenta
En todos lados advierten que esta noche caerá una tormenta
horrorosa. Y es posible, porque el sábado me habían invitado al Tigre, de modo que
lloverá hasta el fin.
Esta noche caerá una tormenta horrorosa y me siento culpable
de sentirme feliz, porque seguro que mañana habrá una lista de inundados sin
hogar.
Pero es que me gustan las tormentas desde antes que pasaran
esas cosas, cuando llovía y ya.
Dejaré la ventana abierta; me meteré en la cama; pondré ojos
de gato; abriré todos mis sentidos, porque me gusta mucho, pero mucho mucho,
cuando se huele en el aire cierta electricidad, cuando se puede tocar la
quietud que nos advierte que cualquier cosa puede ocurrir; todo me despierta
cuando estoy
Esperando la
tormenta.
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